Sin entrar en cifras exactas para lo que corresponde a cada país podemos tomar como ejemplo el caso de Estados Unidos, donde un millón y medio de mujeres son violadas cada año, una de cada 6 mujeres han experimentado un intento de violación o una agresión, casi 2 millones de mujeres sufren alguna forma de abuso físico cada año, un promedio de 30,000 muertes se producen cada año por el uso de armas de fuego, las tasas de suicidio anuales en del mundo superan un millón y siguen incrementándose.
En América latina las cifras de feminicidios son alarmantes y siguen en aumento así como los suicidios por parte de adolescentes. Todo esto aunado al saqueo de nuestra tierra, a la deforestación, a los miles de millones de muertes prematuras de animales y otras especies que hemos conducido a la extinción nos reflejan el progresivo desgaste de la Conciencia Madre y la fuerza vibratoria que nos envuelve. Con tanta violencia en el mundo y en nuestro hogar (la Tierra) nos vemos obligados a considerar la realidad colectiva de violencia y nocividad que compartimos.
La violencia engendra temor y nuestras respuestas habituales han sido condicionadas para contribuir al efecto dañino del miedo y la violencia en nuestra propia casa y con nuestra persona. Este problema mundial ya no se trata de una lucha de las mujeres hacia los hombres por esa igualdad y respeto pues en la actualidad existe la misma codicia y falta de conciencia en hombres que en mujeres, un ejemplo es cuando pensamos que ya hay mismo número de ingenieros (hombres y mujeres) genéticos y bioquímicos manipulando y violentando la vida así como narcotraficantes y políticos corruptos donde las mujeres tristemente se han ido sumando cada vez más.
Con nuestras propias acciones es evidente que las mujeres estamos decidiendo dejar de escuchar nuestra propia sabiduría pues nuestros hábitos personales permiten albergar conductas inconscientes que no son precisamente de amor propio pues reflejan desprecio por nosotras mismas y por los demás seres. Para detener la violencia se debe empezar desde dentro, nuestra prioridad debería ser el hacer un compromiso para cultivar la paz interior pues es la forma más profunda para eliminar efectivamente la horrible toxicidad de violencia que nos rodea, y así contribuir con la armonía.
Cómo mujeres debemos salvaguardar la vida y para esto necesitamos transformar nuestra forma de hablar, nuestros pensamientos y formas de actuar como instrumentos positivos para la armonía. El vivir en conciencia no siempre es una cosa fácil de hacer a menos que estemos dispuestos alejarnos de la ira, del miedo, de los prejuicios, de la vergüenza, de la culpa y de otras emociones negativas y tóxicas que nos impiden realizar encontrar el espíritu puro de amor y calidez que existe en la naturaleza fundamental de cada persona.
Festejemos el día de la mujer cuando adquiramos conciencia del poder que tenemos para sanar y guiar, cuando tengamos dominio propio de nuestras emociones, pensamientos y actos, cuando criemos varones sensibles y conscientes, cuando eduquemos sin violencia, cuando reconozcamos y denunciemos la violencia ejercida hacia nosotras y hacia cualquier ser viviente y cuando le demos la importancia que tienen nuestras acciones en el futuro de la humanidad.